Aunque no los veamos, sobre nuestras cabezas fluyen unos ríos “invisibles” que nacen en los océanos y desembocan al tocar tierra firme. Son los llamados ríos atmosféricos, unos ríos que pueden transportar hasta 15 veces el caudal de la desembocadura de río Mississippi y recorrer más de 2.000 kilómetros para asegurar la disponibilidad hídrica en países como España.
Por capricho de la naturaleza pueden atravesar tanto la tierra como el cielo, separando los paisajes que vemos y los que solo apreciamos en los mapas. Pueden tener la forma que ellos quieran y son tan necesarios para nuestras vidas que a veces olvidamos que pueden ser fuente de completa destrucción ¿Adivinas a qué se puede asociar esta descripción?
Pues por sorprendente que parezca, todas estas cualidades hacen referencia a la infinidad de ríos que esculpen las tierras de nuestro mundo y que, como bien expresa la adivinanza, también fluyen por encima de nuestras cabezas. Estos últimos son los llamados ríos atmosféricos, corrientes de agua “invisible” mucho más largas, anchas y caudalosas que sus homólogos de tierra firme.
“Los ríos atmosféricos se extienden de decenas a cientos de kilómetros y pueden transportar una cantidad de agua equivalente a entre 7,5 y 15 veces el caudal en la desembocadura del río Mississippi. De media, muchos de ellos se extienden por más de 2.000 kilómetros”, señala el Observatorio de la NASA.
Eso sí, aunque sean denominados ríos, no quiere decir que se parezcan a nada que hayamos visto antes en la superficie, sino que son más bien enormes corrientes de vapor de agua concentrada, generalmente ubicadas delante de los frentes fríos sobre los océanos, que viajan largas distancias a una altura de entre 10 y 15 kilómetros de altitud.
De forma general, estos ríos nacen en las regiones más húmedas de nuestro planeta cuando se dan condiciones de fuertes vientos a baja altura y un perfil atmosférico húmedo-neutro, de acuerdo con la NASA, que señala que ocurren principalmente durante el invierno del hemisferio respectivo cuando los ciclones extratropicales son más frecuentes.
Después, con ayuda de las corrientes de aire e influenciados por los patrones climáticos como El Niño, las enormes cantidades de agua se transportan hacia las latitudes más altas, en ocasiones logrando tocar tierra en regiones costeras montañosas donde, obligadas a ascender, depositan toda su agua en forma de precipitaciones.
“Cuando estos ríos impactan en regiones costeras montañosas, pueden producir fuertes precipitaciones orográficas, contribuyendo enormemente al balance hídrico regional. En la costa oeste de América del Norte, donde estos sistemas han sido ampliamente estudiados, los ríos atmosféricos contribuyen a alrededor del 30% al 50% de la precipitación anual”, señala un estudio encargado por la American Meteorological Society.
La Península Ibérica no está exenta de estos fenómenos. Según Jorge Eiras, doctor en Física, durante los meses de invierno nuestro territorio está acostumbrado a recibir la visita de entre tres y cuatro ríos procedentes del golfo de México.
En concreto, Galicia y Portugal son las dos zonas peninsulares en las que los ríos tienen una acusada incidencia y por eso llueve tanto. De hecho, en ciertas áreas de la comunidad hasta el 50% y el 60% de la precipitación durante la estación fría está relacionada con la presencia de estos ríos.
“De las cinco borrascas que afectaron a la península en enero-Filomena, Gaetan, Hortense, Justine e Ignacio- Gaetan y Hortense arrastraron un río atmosférico evidente en su génesis”, asegura Jorge Eiras.
Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los Estados Unidos, la mayoría de estos ríos son sistemas débiles que arrojan las suficientes cantidades de agua para garantizar la disponibilidad de agua en un territorio. Sin embargo, en ocasiones las precipitaciones que acarrean son tan abundantes que resultan un peligro para los ecosistemas que las reciben.
Por ejemplo, a finales de junio del 2019, un potente río atmosférico descargó en apenas 48 horas en el sur de Chile la misma cantidad de agua que recibe la región en aproximadamente un mes. Los casi 200 mm de lluvia que cayeron sobre la ciudad de Concepción provocaron deslizamientos de tierra e inundaciones graves incluso en las áreas circundantes. Y el ejemplo más reciente ocurrió también en Chile la primera semana de febrero, cuando un río atmosférico dejó cuantiosas precipitaciones comprometiendo el consumo de agua en la capital.
En un artículo para The Conversation, Tom Corringham, becario postdoctoral en la Universidad de California San Diego, explica que este tipo de ríos “invisibles” causaron una media de 1.100 millones de dólares en concepto de daños en el oeste de los Estados Unidos.
“Más del 80% de todos los daños por inundaciones en el oeste en los años que estudiamos estuvieron asociados con los ríos atmosféricos. En algunas áreas, como la costa norte de California, estos sistemas causaron más del 99% de los daños”, señala en el artículo.
Con la llegada del cambio climático, los expertos prevén que el aumento de las temperaturas favorezca la evaporación del agua y, por lo tanto, que los ríos atmosféricos se intensifiquen, aunque, como señala Jorge Eiras, todo dependerá de las características de la atmósfera que tengamos sobre nosotros.
“Por cada grado centígrado que aumente la temperatura del planeta en el futuro, los ríos alojarán un 7% más de humedad. Dado al aumento en la intensidad, probablemente los ríos atmosféricos ganarán importancia a final de este siglo”, concluye Jorge Eiras.
Fuente: elagoradiario.com