El mundo debería dejar de consumir en la próxima década el 80% del carbón que utiliza en la actualidad para impedir que el calentamiento global sobrepase los 1,5ºC en comparación con las temperaturas preindustriales. Sin embargo, la capacidad de las centrales eléctricas de carbón se ha duplicado desde el año 2000 hasta alcanzar los 2.045 gigavatios tras un crecimiento explosivo en China e India. Otros 200 GW están en construcción y otros 300 GW en planeamiento, de acuerdo con Carbon Brief.

Pero también hay datos positivos. En 2014 la generación de este tipo de energía se estancó, lo que quiere decir que, a pesar de la creciente capacidad de producción, las plantas funcionan durante menos tiempo al año. En 2018, además, el cierre del equivalente a 268 GW en la Unión Europea y los Estados Unidos, en combinación con una ralentización del número de centrales en construcción, provocó que el número total de plantas en funcionamiento en todo el mundo cayera por primera vez.
Su funcionamiento es muy sencillo: en este tipo de centrales normalmente se emplea carbón pulverizado, el cual es quemado en una especie de caldera. El calor que desprende esta operación convierte el agua contenida en la superficie del mismo recipiente en vapor, que más tarde es utilizado para hacer girar las turbinas encargadas de generar electricidad. De esta forma, la energía química contenida en el carbón se transforma en energía térmica, luego en energía mecánica y, finalmente, en energía eléctrica.
En la actualidad, la energía producida en las centrales de carbón supone un tercio de la producción mundial, una proporción que acarrea una emisión de cerca de diez gigatones de dióxido de carbono al año, el equivalente a una quinta parte de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. A ello hay que sumar las miles de muertes asociadas a la contaminación del aire.
Es indiscutible, por tanto, que el carbón debe quedar al margen del esquema energético mundial para combatir el cambio climático. Sin embargo, el mundo avanza a dos velocidades distintas: por un lado, los Estados Unidos y la Unión Europea, pese a conservar aún una gran capacidad de plantas de carbón, están reduciendo paulatinamente su capacidad instalada, mientras que, por otro, Asia, con China e India a la cabeza, no solo no está reduciendo sus instalaciones, sino que las siguen aumentando.
Tanto es así que cinco países asiáticos (China, India, Indonesia, Japón y Vietnam) planean construir más de 600 centrales eléctricas de carbón en los próximos años, el 80% de las futuras plantas en todo el mundo. Los mismo cinco países aglutinan ya el 75% de la producción total de este tipo de energía.
Aun así, los subsidios al carbón no dejan de reducirse en todo el planeta, lo que está provocando que la energía renovable recorte gastos de producción, hasta el punto de que se espera que en 2026 sea más barato construir y operar nuevas centrales de energía renovable que mantener las que emplean carbón. En el Reino Unido, por ejemplo, todas las plantas de carbón deben ser desmanteladas en 2024, mientras que en la Unión Europea la Comisión pelea por que todas estas centrales cierren en 2030.
Fuente: elordenmundial.com