El puerto de Mar del Plata, principal terminal marítima en desembarques pesqueros del país, con casi 400 mil toneladas entre merluza, calamar y especies del variado costero, exhibe una postal del subdesarrollo.
En la década pasada fueron 29 buques hundidos e inactivos que obstaculizaban la actividad a partir de ocupar espacios vitales en el mismísimo espejo interior del puerto. Luego de una intervención del Ministerio del Interior y la Prefectura Naval Argentina, esa chatarra fue removida con un costo que alcanzó los US$30 millones.
Hoy el abandono es notorio nuevamente en la postal portuaria. De acuerdo a un informe divulgado por TC2, el operador del servicio logístico de la carga en contenedores del puerto marplatense, hay 53 barcos que hoy ocupan áreas operativas en los muelles 2 y 3, donde opera la flota de altura, fresquera y congeladora, que al menos hace un año no salen a pescar.
El relevamiento detallado con el impacto que genera esa mole de chapa naval absolutamente inactiva, con imágenes áreas, desde la línea del muelle e incluso desde el interior de alguno de esos barcos abandonados, convertidos en basureros flotantes, con derrames frecuentes y generando un daño ambiental de proporciones, tiene un motivo: Hipoute SA, empresa del grupo TC2, fue adjudicada como operador de la Terminal Portuaria por un año de manera precaria, por parte del Consorcio Portuario, sin el frente de amarre sobre la sección novena, en el muelle de ultramar.
«Es potestad del Consorcio otorgar lo que crea conveniente en función de las necesidades del puerto», dijo Martín Merlini, autoridad portuaria en Mar del Plata. Y el presidente del Consorcio cree que no hay espacio suficiente como para entregarle al operador casi 200 metros de muelle para que funcione la terminal, más allá de que la Aduana no habilita la operatoria de comercio exterior justamente porque el operador no cuenta con el frente de atraque.
Con el informe/radiografía del uso que tienen los muelles 2 y 3 en TC2 buscaron demostrar que en realidad no falta espacio sino que sobran barcos inactivos. «Esto no es un colapso sino una obstrucción», dijo Emilio Bustamante, uno de los referentes del operador logístico.
«Acá hay un esquema deliberado para que todo continúe de la misma manera y no poder desarrollar una Terminal que podría multiplicar las inversiones y los puestos de trabajo», lamentó el empresario.
La nómina de 53 buques que al menos hacía un año no salían a pescar la había divulgado el propio Consorcio Portuario en junio pasado. De ese listado, al menos 40 embarcaciones tienen como destino el desguace.
Lo relevante del informe presentado por TC2 es que expone casi en tiempo real (se tomaron fotos diarias en todas las secciones durante una semana en mayo, junio y julio) el escaso movimiento que hay en los muelles y el poco aporte que realizan los buques poteros que participan de la zafra de calamar y ocupan sectores en la sección séptima y en la Escollera Norte. «El puerto se ha convertido en una playa de estacionamiento», resumió Juan Ignacio Arenas, integrante del equipo que elaboró el estudio.
Poniéndolo en números concretos, el perjuicio se torna más tangible. Entre las secciones cuarta del muelle 2 y la 13a del muelle 3 hay casi 1500 metros lineales de muelle que deberían estar al servicio de las necesidades de la flota pesquera de altura y de portacontenedores, que conviven en esa área.
Pero solo un 36% están operativos para dicha flota. Entre las secciones 7ma y 9na, apenas menos de 500 metros lineales. Todo lo demás, ocupado por buques que, en el mejor de los casos, hace un año que no salen a pescar. En el peor, hay barcos que suman más de 10 años que no abandonan el puerto, como el «Galemar», que aún conserva el permiso de pesca.
El Consorcio se jacta de haber recuperado el espacio de la Escollera Norte interior, pero de acuerdo a las imágenes que divulgó TC2 esa zona funciona como un taller naval flotante (tarea no permitida). No hay actividad de descarga para la flota pesquera en el área que pierde competitividad al afrontar sobrecostos para sortear la congestión.
Y en el muelle de la Terminal de Cruceros, de los 270 metros lineales recuperados por la administración Merlini, la flota solo ocupa el extremo para alistar víveres y subir cajones antes de zarpar. En el resto del espacio sobresale la Draga 259 C Mendoza, que llegó en el 2009 al puerto y hace cuatro años que solo aspira fondos públicos para mantener a la dotación mínima de seguridad.
Este año fracasó la licitación para conformar una terminal multipropósito en el predio de los silos y el elevador de granos sobre el muelle 3, área recuperada por el gobierno nacional y cedida al Consorcio. TC2 presentó una iniciativa privada para invertir en el lugar y montar TC3. La propuesta no fue considerada.
En esas secciones solo hay mugre y abandono. Entre las secciones 11 y 13 hay 16 barcos inactivos de grandes proporciones. Si pudieran quitarse de los muelles en el espacio que hoy ocupan podrían amarrar tres buques portacontenedores.
El más grande de todos es el «Harengus», un barco que mide 80 metros y es propiedad de Baldino, uno de los armadores más importantes del puerto. El Consorcio lo intimó y le dio un plazo para que disponga del bien. El plazo se venció y la mole roja sigue acumulando óxido a la espera de ser desguazada.
Ocurre que hay un plan oficial de retiro de buques, aunque viene demasiado lento. Fue anunciado en noviembre de 2017, con la idea de remover una docena de barcos que ocupan las secciones 4ta y 5ta y recuperar 110 metros lineales de muelle.
Después de 22 meses todo en esa zona sigue igual. Siguen estando los mismos barcos y metros ocupados con fierros abandonados.
Ahí está, por ejemplo, el «RIbazon Dorine», el único hundido de toda la lista. También el «Mar Azul», otro barco de la empresa Moscuzza, que le transfirió el permiso al «José Américo». El nuevo tangonero ya pescó miles de toneladas de langostino, pero el barco viejo sigue en el mismo lugar.
En marzo pasado la Provincia y la Armada celebraron un convenio por el cual la fuerza cedió el uso del varadero de la Base Naval al Consorcio Portuario para poder convertir en chatarra naval los cascos de los buques que previamente deben ser alivianados a flote.
El plazo del acuerdo son 40 meses, pero ya se consumieron cinco. «Confiamos en que antes de fin de mes podamos subir los dos Chiarpesca, el 56 y el 57, que son los primeros que serán removidos», dijo Merlini, quien reconoció demoras operativas y burocráticas.
Fuente: Diario La Nación