NAUCHERglobal publicaba el pasado miércoles la noticia del abandono del gasero de bandera española CELANOVA abandonado por su propietario y explotador fondeado a 13 millas del puerto de Manila. A bordo quince tripulantes que llevan muchos meses sin cobrar, soportando unas condiciones de vida a bordo terribles y con graves riegos sanitarios. Les faltan alimentos, agua, combustible y un sinfín de suministros necesarios para el mantenimiento mínimo del buque.
Los representantes de la Federación Internacional de Sindicatos de Transportes (ITF), en España y en Filipinas, llevan muchos días intentando que la empresa, las aseguradoras y las Administraciones afronten el problema y resuelvan la situación de los tripulantes. Pero, el problema ya no es solamente laboral.
El CELANOVA no es una simple estructura de hierros más o menos bien dispuestos. El CELANOVA es un buque gasero con un altísimo riesgo de explosión y de contaminar el medio marino. Los buques gaseros están sujetos a requisitos muy exigentes de seguridad, incluyendo un código de construcción de buques diseñado especialmente para ellos. Son, en fin, bombas flotantes capaces de provocar daños cuantiosos e irreparables a la vida humana y al medio ambiente.
Ese es el peligro del CELANOVA en estos momentos. Que ocurra un incendio, una explosión, o que en las penosas condiciones sanitarias en que ha de convivir la tripulación se extienda algún patógeno más o menos letal. Si el propietario del buque, Globalgas, resulta ser una empresa irresponsable, dirigida por granujas insolventes (e incompetentes), los poderes públicos tienen la obligación de aplicarle la ley de forma inmediata y de impedir un desastre mayor. Su posición de garantes del bien común les exige llevar el buque a puerto, repatriar a los tripulantes y obligar al club P&I a pagar los salarios que se les adeuda a la tripulación. Ya está bien de mirar hacia otro lado o tomarse el asunto con la tranquilidad de un despacho con secretaria.
En el caso de España, hay que tener en cuenta además que el CELANOVA ondea su bandera, a la que hundirá en la oscuridad de las banderas atroces y desprestigiadas dentro del mundo marítimo internacional (Lista negra de la OMI), si no pone la fuerza de su Administración a trabajar para resolver el problema antes de que haya una desgracia a bordo. El Covid-19 no logrará tapar la ignominia de permanecer indiferentes al peligro de un gasero abandonado con riesgo inminente de causar una desgracia.
Fuente: Naucher Global