Los buenos tiempos de las líneas navieras parecen haber quedado en el pasado no tan lejano. La ralentización económica y la consiguiente baja demanda de carga, la desaceleración económica en China –que requiere menores volúmenes de materias primas—, las tensiones geopolíticas y aumento del combustible producto del conflicto entre Rusia y Ucrania, la escasez de trabajadores y tripulantes post-Covid, la presión por la descarbonización que suma nuevas regulaciones ambientales y la deuda digital pesan sobre una industria que enfrenta un punto de quiebre de cara aguas tumultuosas que configuran un escenario altamente volátil e impredecible.
Tanqueros, graneleros y portacontenedores se verán enfrentados, nuevamente, a la creatividad y flexibilidad para construir resiliencia y no caer presa de las condiciones del mercado. “Ahora es el momento de invertir en resiliencia”, consigna un artículo de la consultora McKinsey, que destaca las abultadas arcas de los armadores y la importancia de invertir las ganancias del boom del Covid en construir resiliencia. “Muchas compañías están sentadas sobre montañas de efectivo que, de ser bien gastado, podría protegerlos de la volatilidad y posicionarlos para el éxito. Ahora es el momento de transformar de cara al ciclo que viene”, lee el artículo.
En qué invertir
Las herramientas digitales son las mejor indicadas. El análisis de datos se transforma en un potente aliado para hacer pronósticos respecto del comportamiento y tendencias del mercado y así generar planes de acción basados en tres pilares: estrategia, excelencia comercial, y optimización de costos, según la fórmula que sugieren desde la consultora.
La estrategia apuntaría directamente a la capacidad; es decir, tipo de nave, segmento y el tipo de cliente. Una arista también podría incluir integración de operaciones de terminal o terrestres y expandir servicios de administración de naves, todo orientado a una gestión eficiente de la capacidad en función de la demanda. Por eso, si la data arroja que un cierto mercado se contraerá en un plazo determinado, la estrategia sensata sería invertir en naves de menor capacidad, que se ajusten a la demanda proyectada.
La excelencia comercial hace referencia a la toma de decisiones basado en información proveniente de datos: despliegue de la flota, asociación de pool, chartering, implementación de FFA, entre otras tácticas comerciales que, de utilizar la data, ayudarían a tomar decisiones asertivas de reservas de carga, chartering por tonelaje, ajuste de itinerarios, etc. Y no solo la data del mercado, sino también es clave considerar la data local de los puertos de zarpe y arribo, tomando en cuenta las condiciones del clima, vientos, corrientes, oleaje, en combinación con la actividad portuaria y los niveles de congestión, estiba-desestiba, flujos de naves y otros factores que afectan la confiabilidad de los itinerarios.
La optimización de costos se puede abordar desde diferentes ángulos: tripulación, compras y adquisiciones, dry docking, bunkering, entre otras áreas. Así, gracias a la estandarización de procesos por medio de herramientas digitales, se optimiza la utilización de recursos y se mantiene un registro transparente, actualizado y ordenado que reduce gastos innecesarios. Contar con visibilidad de métricas claves de los insumos de la operación es fundamental para planificar los gastos de la flota.
Tres fases para la transformación
La industria naviera está atrasada en términos digitales. Sin embargo, aquellas compañías que sí han logrado incorporar herramientas tecnológicas en sus operaciones han visto grandes réditos de sus inversiones, desde aumentos en su EBITDA hasta asegurar su transición energética y estrategia de descarbonización, todo gracias a la visibilidad que entregan los datos.
Así, McKinsey propone un plan de tres etapas para lograr la transformación digital. El primer paso es generar un diagnóstico, definiendo el o los puntos de partida según información recolectada de fuentes externas (el mercado), internas (la organización) y mixtas (grupos de interés). Luego, el segundo paso es diseñar una solución, definiendo los puntos que impulsarán el impacto e incluyendo cambios conceptuales y metas de corto plazo para generar una sensación de avance. La tercera y última fase es la implementación, donde se ejecuta el plan completo. Se debe incluir un mecanismo de monitoreo para evaluar el progreso contra las métricas definidas en la fase de diagnóstico. La clave es desarrollar capacidades en equipo, de manera tal de que los cambios sean sostenibles en el largo plazo.
La industria naviera bien sabe de ciclos, y luego de uno bueno viene, inevitablemente, uno malo. Para cada compañía el proceso será diferente y las herramientas seleccionadas serán distintas según sus necesidades y objetivos. Lo importante es dar el paso y seguir la ruta trazada aun en el peor momento de la tormenta.
Fuente: MundoMaritimo