EEUU es un país de siete mares. Era uno de inicio; lo duplicaron con la compra de la Luisiana francesa y la anexión de la Florida española; el río Mississippi abrió al comercio el inmenso territorio partiéndolo por la mitad; luego escamotearon la California mexicana y sobrevino el auge de San Francisco; la compra de Alaska les dio acceso al Ártico. Su séptimo acceso al mar es la hidrovía en el río San Lorenzo, la St. Lawrence Seaway de 2.300 millas (más de 3.300 Km). Permitió el tráfico de hierro y acero, y abrió inmensas planicies productoras de maíz, trigo y soya. Serpentea por los cinco grandes lagos y, cavando y cementado, llega al río St. Lawrence y al océano Atlántico.
Bolivia no es de grandes emprendimientos, salvo algún palacio por ahí que más que ser del pueblo fue de un autócrata prorroguista. El gasoducto Santa Cruz-Sao Paulo fue un cordón umbilical que le unía al mercado brasileño, hasta que se despertó del sueño de ser la Arabia Saudita del gas natural; Brasil aún no había hurgado los campos del Presal. La ilusión de producir hierro y acero en el Mutún se desinfló al tomar cuenta de que la metalurgia requiere energía barata.
Hoy se persigue el vellocino de oro de Ilo donde, después de casi un tercio del comodato de 100 años firmado con el Perú, hay pocas migajas del megapuerto con que se ilusionó competir con la dependencia de Arica y otros accesos al mar del despojador Chile. Se habla del tren bioceánico, de la carretera transcontinental Santos-Ilo, de la ubicación estratégica de Bolivia en el centro del continente. Pero apuesto a que antes será realidad el trazo del sur, que hace bioceánico a Brasil por el norte argentino hasta el megapuerto de Mejillones, haciendo un burlesco bypass al país.
Aparte de pagar impuestos al Estado, los atracaderos fluviales en Aguirre, Gravetal y Jennefer son privados. Más aun, el Canal Tamengo es de soberanía brasileña, como el tramo que pasa por Corumbá cuya estructura sobre el río bloquea la navegación. Si en Arica paralizan el transbordo a barcos y los camiones de carga boliviana se alargan en kilómetros, ¿no pasaría lo mismo en el río Paraguay brasileño?
Entiéndase de una buena vez: el único acceso soberano de Bolivia a la hidrovía Paraguay-Paraná es en Puerto Busch. Pero hay dos obstáculos.
Uno, es un puerto militar de una “Armada” que quizá otorga la bandera boliviana a cientos de buques para surcar los mares, pero no tiene ni una fragata (menos un submarino como el que sirve de museo en Chile). Es cuestión fácil de resolver en teoría: bastaría con una política de Estado.
Que las FFAA encaren infraestructura portuaria en Puero Villarroel, Puerto Almacén, Guayaramerín (para atender el Rin boliviano, la hidrovía Ichilo-Mamoré), y Riberalta, para atender el flujo con Puerto Maldonado, Perú, y empalmar con carreteras a Cobija y La Paz). Hablo de puertos verdaderos, no atracaderos penosos. Que construyan almacenes y servicios de mantenimiento en Concepción, Paraguay, y Rosario, Argentina, y en el puerto marítimo cuyo uso han cedido a Bolivia.
Dos, no es agua de borraja lo requerido para el puerto mayor de Bolivia. Es indispensable la conexión por tren, carretera y aire. Deberán atender aristas medioambientales: ¡manden un par de oficiales jóvenes a copiar la preservación natural en pantanos al sur de Nueva Orleans! La energía barata es necesaria: ¿qué tal matar dos pájaros de un tiro, atendiendo la siderurgia del Mutún y los requerimientos del puerto mayor en Puerto Busch?
La pandemia del coronavirus es una guerra mundial. Exige solución autoritaria. Fue la solución que se aplicó a la Gran Depresión de 1929, y no se arredró con venias democráticas. Crear empleo y dinamizar la economía fue cosa de grandes proyectos, como la del Tennessee Valley Authority (TVA), y producir material bélico. Bolivia es un piojo tuerto en la fila de pedigüeños de donativos de países ricos, que con la Covid-19 también tienen su rollo. Tiene dos metas que lograr: priorizar el sector salud y acceder al mar por Puerto Busch, con la ventaja de aplicar fórmulas propias. Tiene el dinero que resta de las Reservas Internacionales Netas (RIN) y los ahorros que se están logrando.
Ya que los demagogos soliviantan con “ahora sí, guerra civil”, pues denles motivo y declaren estado de sitio. Olvídense de la politiquería de las próximas elecciones. Así como había Curahuara de Carangas y Puerto Rico (no el de playas, sino el de plagas), llenen camiones de alboroteros y que carguen bolsas de cemento o paleen ripio y que las vocingleras cocinen ollas comunes para alimentarles, en vez de que siembren piedras en las calles.
Será prueba ácida de que los militares honran el “¡Subordinación y constancia!” y están libres de la servidumbre de talegazos. Si no es así, ¡pues sálvese quien pueda!
El autor es antropólogo, win1943@gmail.com
Fuente: Los Tiempos