Una enorme explosión seguida de un incendio de grandes proporciones sacudió el sábado el puerto de Shahid Rajaei, en el sur de Irán, causando al menos 40 muertos y dejando miles de heridos, según las últimas cifras difundidas por medios estatales.
La detonación, que se produjo en una terminal portuaria clave, estaría vinculada a un cargamento de un componente químico utilizado para la fabricación de propulsor de misiles. La magnitud del siniestro obligó a un intenso operativo de emergencia: helicópteros y aviones trabajaron durante toda la noche hasta la mañana del domingo arrojando agua desde el aire para intentar controlar las llamas.
El impacto de la tragedia no solo conmociona al país, sino que se produce en un momento de alta tensión diplomática. La explosión coincidió con la tercera ronda de negociaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos, celebrada el mismo sábado en Omán, en el marco de un proceso destinado a frenar el rápido avance del programa nuclear iraní.
Aunque las autoridades iraníes no han atribuido oficialmente el hecho a un ataque, el ministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi, que lidera la delegación negociadora, advirtió que “nuestros servicios de seguridad están en alerta máxima dados los ejemplos anteriores de intentos de sabotaje y operaciones de asesinato diseñadas para provocar una respuesta legítima”.
Hasta el momento, apenas 10 de las víctimas mortales han sido identificadas, entre ellas dos mujeres. El resto de los fallecidos y miles de heridos continúan siendo atendidos en distintos hospitales de la región, en un operativo de emergencia sin precedentes en la zona portuaria.
Las investigaciones siguen abiertas para determinar las causas exactas del estallido, mientras Irán refuerza sus medidas de seguridad en instalaciones estratégicas ante el temor de nuevos incidentes.
