Por Redacción PFL Media – Paraguay Fluvial & Logística

China ha profundizado en los últimos años su presencia económica, comercial y estratégica en América Latina, consolidándose como el principal socio comercial de varias de las mayores economías de la región, como Brasil, Argentina, Chile y Perú. Esta expansión, materializada en grandes proyectos de infraestructura, minería, energía e industria, no solo redefine el mapa económico regional, sino que también vuelve a tensar el tablero geopolítico con Estados Unidos.
Uno de los hitos más emblemáticos de esta nueva etapa es el puerto de Chancay, en Perú, inaugurado el año pasado con el objetivo de establecer una conexión marítima directa entre Sudamérica y China. La obra se suma a una red de inversiones que incluye fábricas de vehículos en México y Brasil, explotaciones de litio en el denominado “triángulo del litio” (Argentina, Bolivia y Chile), proyectos ferroviarios en Argentina, y grandes emprendimientos mineros de cobre e hierro en Chile.
Inversión creciente, aunque más selectiva
De acuerdo con el Ministerio de Comercio de China, la inversión directa china en América Latina alcanzó en 2024 los 14.710 millones de dólares. Estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) muestran que, entre 2010 y 2019, el ingreso de capital chino fue casi siete veces superior al registrado en la década previa, aunque desde la pandemia el ritmo de crecimiento se ha moderado.
Este interés no es nuevo. Ya en 2011, Jin Liqun, entonces presidente del fondo soberano China Investment Corporation (CIC), manifestaba su optimismo sobre el potencial de crecimiento latinoamericano y anticipaba un aumento de inversiones, con foco en países como Brasil, Chile y Colombia.
De socio económico a “amenaza estratégica”
Lo que comenzó como una estrategia de diversificación de mercados y aseguramiento de recursos es hoy interpretado en Washington como una “amenaza estratégica”, según William Jackson, economista jefe para mercados emergentes de la consultora británica Capital Economics.

En un informe reciente, Jackson advierte que América Latina podría convertirse en el escenario de una reedición moderna de la Doctrina Monroe, esta vez con China como actor central, desafiando la histórica influencia de Estados Unidos en el continente.
Nueva hoja de ruta china para la región
Este mes, Pekín publicó su tercera hoja de ruta oficial para América Latina y el Caribe, que reemplaza al plan de 2016 y reafirma que China y la región comparten “amplias perspectivas de desarrollo”. El documento identifica oportunidades de cooperación en sectores estratégicos como:
Inteligencia artificial
Telecomunicaciones
Energías renovables e hidrógeno
Minería y procesamiento de minerales
Transporte, logística e infraestructura urbana
Estas iniciativas se enmarcan en el proyecto global de las Nuevas Rutas de la Seda, al que ya se han adherido cerca de una veintena de países latinoamericanos.
El plan también contempla el impulso al turismo —China exime de visado a ciudadanos de Argentina, Perú y Chile—, el uso de monedas locales en el comercio bilateral y un mayor diálogo entre bancos centrales y organismos reguladores.
El rol financiero: el caso argentino
Argentina se destaca como uno de los principales ejemplos del peso financiero chino en la región. China es un acreedor clave del país a través de un acuerdo de swap de divisas por el equivalente a 18.570 millones de dólares, del cual este año se renovó un tramo de 5.000 millones, otorgando oxígeno financiero en un contexto de restricciones externas.
Comercio en alza pese a la guerra arancelaria
En medio de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, América Latina se ha convertido —junto con el sudeste asiático y África— en uno de los mercados alternativos más relevantes para el comercio exterior chino.
Hasta noviembre, mientras las exportaciones chinas hacia Estados Unidos cayeron un 18 %, las destinadas a América Latina crecieron casi un 8 %, alcanzando unos 276.000 millones de dólares. Este volumen ya representa cerca del 70 % de lo que Estados Unidos importa desde China.
En las últimas dos décadas, las exportaciones chinas hacia la región se multiplicaron casi por once, impulsadas principalmente por bienes manufacturados y, más recientemente, por vehículos eléctricos en mercados como Brasil. En sentido inverso, las exportaciones latinoamericanas hacia China crecieron 14 veces, concentradas en cuatro productos clave: hierro, cobre, soja y petróleo.
Chile, Brasil y Perú son los países con mayor exposición exportadora al gigante asiático, con más del 25 % de sus exportaciones destinadas a ese mercado.
¿Una hegemonía exagerada?
Pese a estas cifras, Capital Economics llama a no sobredimensionar la influencia china. “La región exporta tres veces más a Estados Unidos que a China”, señala el informe. Incluso excluyendo a México, las ventas a EE. UU. siguen siendo comparables a las destinadas al mercado chino.
Para México y Centroamérica, en particular, Estados Unidos continúa siendo el socio económico dominante, y estos países probablemente priorizarían la relación con Washington ante presiones para limitar inversiones chinas.
El avance de China en América Latina plantea oportunidades concretas de inversión, financiamiento e infraestructura, pero también abre interrogantes sobre dependencia, alineamientos estratégicos y soberanía económica. En un contexto de creciente fragmentación global, la región se encuentra ante el desafío de equilibrar intereses, maximizar beneficios y preservar márgenes de decisión propios, en un escenario donde las grandes potencias vuelven a disputar influencia de manera abierta.








